Cuento de miedo: "la vela"

Materie:Tema
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Testo

Bettari Federica cl. 3°c ling. 28 Noviembre 2005
Cuento de miedo: “La vela”

Un día Consuelo Pérez, una señora de unos 65 años, llamó a su hijo, Pedro, que vivía con su mujer, Pamela, y sus dos hijos, Carmen y Pablo, en un pueblo bastante lejos de ella, para preguntarle si podían ir a su casa porque no se encontraba muy bién.
Pedro y su familia decidieron ir después de la cena. Mientras comían, su perro, Rupén, se comportaba de manera muy rara: seguía ladrando y girando alrededor de la mesa, cosas que nunca había hecho.
Cuando tuvieron que salir de casa, el perro no quería dejarlos ir, poniéndose delante del coche; para poder partir, Pedro tuvo que atar a Rupén, que desconsolado, se sentó cerca de su perrera, mirando a su familia irse: sabía que nunca los habría vuelto a ver.
Durante el trayecto de su casa a la de su abuela, Carmen se quejaba, diciendo que la abuela los llamaba sólo porque se sentía sola, y no porque realmente necesitaba ayuda; a su papá, que le dijo que propio porque se sentía sola, tenían que ir a visitarla más a menudo, ella contestó que habría querido vivir de la otra parte del mundo, así no habría tenido que dejar su telenovela preferida para ir a visitar esta vieja. Su madre le dijo que se avergonzara y ella respondió que no quería ver nunca más a su abuela. No sabía que además que a su abuela, nunca habría vuelto a ver a nadie.
Cuando llegaron a casa de Consuelo, oyeron el campanario de la iglesia cerca del cementario cerca de la casa de la abuela, tocar la media noche.
Carmen y Pablo, se miraron asustados, como si presentieran lo que estaba a punto de pasar. De repente se acuerdaron del raro comportamiento de Rupén y despavoridos decidieron no salir del coche. El padre les dijo que salieran en seguida de allí y ellos dijeron que tenían mucho miedo; Pedro les dijo que no vinieran con tantas historias y les ordenó que salieran del coche. Los dos, cada vez más asustados, salieron del coche y se encaminaron a la puerta de Consuelo. Mientras que Pedro sonaba el timbre, a Carmen y a su hermano, les pareció oir unos pasos en la parte postera de la casa, pero no dijeron nada, pensando que era solamente su inmaginación. Viendo que nadie venía a abrir la puerta, la familia fue a la porta trasera y con grand sorpresa de todos la encontraron abierta: era algo muy raro, porque Consuelo nunca abría aquella puerta, ni siquiera durante el día.
Los cuatro estaban listos a lo peor y, dandose ánimo recíprocamente, entraron.
En la casa no había nadie.
Los dos chicos suplicaban el padre que volvieran a casa, y que el día siguiente habrían descubierto por qué la abuela no estaba en casa; pero el padre, que era un investigador, les dijo que si no descubría el misterio, su colegas le habrían tomado el pelo toda la vida, por lo tanto, quería descubrir la verdad y dijo a sus hijos que ellos le habrían ayudado a revelarla.
Los chicos, con tal de no volver solos al coche, aceptaron.
Después de haber buscado bien toda la casa, Pedro decidió que allí no había nadie, y que habrían ido al cementerio.
El campanario tocó la una, y los chicos estaban cada vez más asustados.
Entrando por la cancela del cementario, una rafaga de viento apagó todas las candelas, a excepción de una. Pedro fue a ver de quien era esa losa; el nombre que estaba escrito era: Consuelo Perez.
El hombre se volvió de repente, despavorido, intentó hablar del macabro descubrimiento a sus familiares, pero de su boca no salió nada. Estaba a punto de intentarlo de nuevo, cuando una mano gélida lo aferró por un brazo y lo arrastró bajo tierra.
Los chicos y sus madre, en presa del pánico, empezaron a cavar donde Pedro había desaparecido, pero no lo encontraron. Duespués tres minutos Carmen, Pablo y Pamela sufrieron la misma suerte que Pedro.
Al día siguiente Consuelo fue a la policía a denunciar la desaparición de su hijo con su familia.

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