La Adivinación a través del tiempo

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Federica Bettari 23 Septiembre 2006
La adivinación a través del tiempo
Desde el tiempo más antiguo, el hombre fue atraído por la magia, el poder de
conocer el futuro y entonces por la adivinación.
La palabra adivinación procede del latín e indica un acto, una acción o un ritual
para interrogar a una divinidad para conocer los secretos del pasado, del presente y del
futuro y para conseguir instrucciones sobre el comportamiento de tener en una
circunstancia particular.
Los ritos eran desenvueltos según procedimientos definidos para obtener signos
interpretables en modo cierto, sin ambigüedades.
Este carácter técnico de los ritos no permite incluir, en la historia de la adivinación,
los profetas, que no basaban las predicciones sobre la observación de signos buscados
con métodos empíricos, sino se abandonaban a una inspiración que nacía durante la
oración o la meditación.
De todos modos, en todas épocas, la consultación de oráculos o adivinos tuvo
mucha importancia: entre los miembros de las comunidades nacieron unos individuos
que detenían el poder de predecir el futuro y descubrir el oculto: en las varias
sociedades, estos oráculos tuvieron nombres diferentes, pero todos tenían que ser
mediadores entre el hombre y la divinidad, para conocer el pasado, el presente y el
futuro a través del contacto de la inteligencia humana con el sobrenatural.
En la antigüedad, como podemos ver también el los poemas épicos, los reyes, nunca
tomaban una decisión importante (como podía ser el empiezo de una guerra) sin
consultar a un oráculo y sin una clara lectura de los signos que los dioses les enviaban.
En esas épocas, en efecto, era muy importante conocer el avenir, saber lo que los dioses
reservaban a los hombres y tener una guía de seguir en cada acto de la vida humana.
Esta actitud derivaba de la inmensa e indiscutible fe que ellos tenían en sus dioses, que
creían hubieran el poder sobre todo el mundo y todos los hombres.
Además, pensaban que no fuera posible que ellos negaran, a quien intentaba volverlos
propicios, un consejo, una seña que les encorajara a una empresa ya empezada o les
quitara de otra que querían empezar.
Por esta razón, los oráculos desenvolvían un rol central sea para las instituciones, que
para la cotidianeidad de cada persona y eran estimados y respectados.
El oráculo, en la adivinación directa, establecía el contacto con la divinidad a
través de la oniromancia (adivinación a través de los sueños), la nigromancia (arte de
evocar revelaciones de las almas de los muertos) o estados de trance; en la adivinación
indirecta, interpreta el comportamiento de animales y fenómenos naturales considerados
posibles mensajeros del mundo sobrenatural a través de la aruspicina (inspección de las
vísceras de los animales), la ornitomancia (estudio del comportamiento de los aves),
interpretación de sueños y visiones, espejos mágicos, la bola de cristal (considerada la
forma más noble y rara), la bibliomancia (interpretación de mensajes celados en algunos
libros, sobretodo la Biblia), la numerología (estudio de los números), la quiromancía, la
cartomancia, la lectura de las hojas de te, la lecanomancia (observación del hondo de
una jofaina o de un frasco que contiene aceite, agua, piedras,...) y el lanzamiento de las
suertes (tarjetas).
Entre paganos, hebreos y los primeros cristianos, la adivinación era muy legada a la
religión.
En el curso de la edad media, en toda Europa se difunde la creencia en la
brujería: sostenida por leyendas y supersticiones populares, era acompañada por ritos
paganos, a veces reelaborados a la luz del cristianísimo, y por prácticas mágicas, que
recorrían a hierbas medicamentosas. Aunque las leyes no lo permitían, estos rituales
eran muy radicados en las campañas y los casos de represión severa fueron raros hasta
el siglo XII.
Las cosas cambiaron cuando, en el curso del siglo XIII, empezaron a considerar la
brujería como obra del diablo y a creer en el “sabba”, reunión periódica de brujas y
brujos caracterizada por ritos orgiásticos, homicidios rituales y actos de adoración de
Satanás.
A la mitad del siglo XIV, llegaron a identificar la brujería como una forma de herejía,
de la cual se ocupó la inquisición.
Las represiones llegaron a ser más duras en el siglo XV, por la aprobación de una bola
papal (1484), y duraron por más de dos siglos.
Las motivaciones de estas represiones son, por un lado, la iglesia, que temía el
nacimiento de corrientes heréticas, por otro, a menudo los procesos tenían razones
económicas, porque la condena llevaba al expropio de los bienes, intereses políticos y
deseos de venganza personal.
Las brujas eran sometidas a violencias físicas y psicológicas y condenadas a la hoguera.
Decir que la adivinación es sólo un junto de actos supersticiosos a través de los
cuales se presupone de conocer el futuro, es muy superficial, porque, puesto que no
podemos afirmar que existe una relación directa entre cada práctica adivinatoria y las
modernas búsquedas científicas, algunos ramos de nuestro saber provienen de la atenta
observación y reflexión sobre la natura: de la atención prestada a los movimientos
astrales, nació la astronomía; la meteorología hunde sus raíces en la adivinación basada
sobre presagios conectados a fenómenos atmosféricos; los estudios anatómicos tuvieron
origen en las disecciones de animales hecha con fin adivinatorio; los debatitos sobre el
origen y el significado de los sueños concluyeron, al final del ochocientos, en las
geniales intuiciones de Sigmund Freud.
Entonces, tendríamos que decir que la adivinación en el interpretación simbólica
de fenómenos naturales o de combinaciones casuales de signos, basada en la creencia de
poder descubrir cosas desconocidas por medio de un rito mágico o religioso.

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